Compartimos el siguiente artículo como parte de nuestros principios para presentar material nuevo y sobre todo práctico en cuánto a lo que llamamos espiritualidad alternativa, no como una forma de condena a los trabajos del pasado (donde el buscador sin duda encontrará verdaderas joyas si es que aprende a manejarse entre tantos tomos que dicen mucho pero que en verdad contienen muy poco) sino para fomentar el pensamiento crítico, muchas veces un gran ausente en los que se adentran en estos trabajos. Reconocemos lo duro de las críticas y la postura de LaVey (muchos oculstistas hasta el día de hoy reconocen el valor de la obra de Crowley sin pasar por alto las faltas, como el posterior Templo de Set; mantenemos la misma posición), pero esperamos también que el mensaje quede claro entre todos los que lean las siguientes lineas: aplicar la razón a todo y no creer en nada sin una prueba que lo respalde. Otro indicador a tener en cuenta es el año en de la publicación; muchos cambios tuvieron lugar desde el lejano Anno Satanas I (1966), y el mundo ocultista no fue ajeno a ello, apareciendo posteriormente muchas joyas de la literatura mágica(k) como el gran Psychonaut & Liber Null de Peter Carroll, las sorprendentes Trilogías Tifonianas de Kenneth Grant o el innovador Libro de Trabajo Vodoun Gnóstico de Michael Bertiaux, por citar tan solo algunas de las piedras angulares que revolucionaron nuestro pensamiento dentro de esta búsqueda incesante en lo desconocido. El siguiente es un llamado satánico al «piensa por ti mismo». El debate está abierto.
“Cuando se llama al diablo con las ceremonias requeridas, el diablo acude y se le ve. Para no morir de espanto ante su presencia, para no volverse idiota, es preciso estar loco… Hay dos cámaras en el cielo, y el tribunal de Satán está contenido en sus desplantes por el Senado de la divina sabiduría.
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Esto es lo que explica la bizarría y la atrocidad de las operaciones de la magia negra… las misas del diablo, los sacramentos administrados a reptiles, las efusiones de sangre, los sacrificios humanos y otras monstruosidades que son la esencia misma y la realidad de la goecia y la nigromancia. Son semejantes prácticas las que han atraído sobre las brujas en todas los tiempos la justa represión de las leyes. La magia negra no es realmente más que una combinación de sacrilegios y de crímenes graduados para pervertir para siempre una voluntad humana y realizar en un hombre vivo el fantasma repugnante del demonio. Es, propiamente hablando, la religión del demonio, el culto de las tinieblas, el odio hacia el bien llevado al paroxismo; es la encamación de la muerte y la creación permanente del infierno.”
De Transcendental Magic (Dogma y Ritual de la Alta Magia) por Eliphas Levi
Este es un escrito de Elifas Levi, uno de los contribuidores de la insensatez del ocultismo del siglo IXX. En los trabajos de Levi nos enfrentamos, página tras página, a las alabanzas de los méritos de Jesucritso como rey y señor. Cualquier satanista que alguna vez haya leído Transcendental Magic (Dogma y Ritual de la Alta Magia) no podrá dejar de notar la gran contribución de Levi a la teología cristiana y a Dennis Wheatley.
Me refiero a lo que dije en La Biblia Satánica cuando escribí a esa basura como “fraudes santurrones — desvaríos culpabilizados y farfulleos esotéricos de los cronistas de la tradición mágica, incapaces, o bien, no dispuestos, a presentar una visión objetiva sobre el tema.” Sin embargo, esto no solo me entristece, sino que también me antagoniza, cuando encuentro a un miembro que declara impresionado su adherencia o compatibilidad con estos desvaríos inútiles.
Ya es bastante malo escuchar de las “grandes enseñanzas” de Aleister Crowley — quien hipócritamente se hacía llamar por el número del diablo cristiano pero que negaba firmemente cualquier conexión satánica, quien escribió y publicó miles de sopas de letras kabalísticas, y cuya sabiduría destilada podría haber sido contenida en un único volumen del una vez popular Little Blue Books de E. Haldeman Julius (que se vendía por cinco centavos). Es extraño, ¿en qué rara vez escucha uno los aplausos por la poesía de Crowley, digna de la inclusión entre los de la talla como James Thompson, Baudelaire, Clark Ashton Smith, and Robert E. Howard? Si Crowley, fue un mago, fue la belleza de su arte creativo el que le hizo uno, no sus llamados aturdidos de droga a Choronzon, et al. Desafortunadamente, sus seguidores hoy han asumido lo peor de él, mientras dejan de lado lo mejor.
Estoy harto, casi hasta el vómito, de escuchar a los aspirantes a estudiantes ensalzar a la Golden Dawn de Regardie, con su volumen pesado marcado con un sello tras otro de esoterismo sagrado. El diseño mismo de la sobrecubierta justamente chilla, “¡Dios mío, cuán buenos, luminosos y correctos somos! Con una cruz superpuesta que hubiera resucitado a Bela Lugosi por el mero shock. El sr. Regardie, al igual que sus predecesores de la luz blanca, divaga a través de cinco libras de taxonemia kabalística acumulada y rosacrucismo cansino antes de que su enema literario produzca unas cuantas páginas de la cena de hoy, es decir, una versión diluida de las Claves Enoquianas.
No, no puedo aceptar el valor de estos “maestros”, que ni siquiera podían llegar a un pensamiento semi-lógico sin caer víctimas de lo que H.G. Well define de forma magnifica como “grandes ideas”. Estos trabajos eran publicados cuando escribí La Biblia Satánica. Incluso tuve que leerlos, así como a Montague Summers, Rollo Ahmed, Ophiel, Bardon, Butler, Hall, etc, etc, etc. Quienes escribían páginas tras páginas de retórica arcana y producían láminas de símbolos bonitos, pero no parecían decir lo que suponían decir ni significar lo que decían. De alguna manera, un miembro ocasional que ha “descubierto” los escritos de un “maestro” ocultista del pasado, se olvida acerca de esas primeras líneas en el prefacio a la Biblia Satánica, asumiendo, supongo, que yo no sabía nada acerca de su pedacito de esoterismo recién encontrado cuando tomé el bolígrafo en la mano.
A la tierna edad de doce, cuando comenzaba a desencantarme a la mitad del Gran Alberto y a un tercio del camino Libro Sexto y Séptimo de Moisés, se me ocurrió que debería haber “cosas más profundas”, por lo que profundice. Por desgracia, encontré que las cosas más profundas estaban bien profundas, y amontonadas más alto también. Por cada página de carne, parecía que había un centenar de relleno, sumado a un trozo bonito y regordete, pero sin duda, de imitación de chorradas.
Escribí La Biblia Satánica porque busqué toda mi vida un libro como ese, y, al ser incapaz de encontrarlo, llegué a la conclusión de que si alguna vez esperaba leer lo que buscaba, tendría que escribirlo yo mismo. Los mismos principios se aplican con La Bruja Completa (titulado ahora La Bruja Satánica).
Resumiendo, si NECESITAS adentrarte en la tradición ocultista, a pesar de esta diatriba, hazlo de la mejor manera. Pero hazlo como un ritual en sí, es decir, ¡de manera objetiva hacia fines subjetivos! continua leyendo, sabiendo que no vas a aprender un carajo, en principio, de Levi, Crowley, Regardie (¡ni tampoco de Sybil Leek!) que no se haya extendido cien veces más en La Biblia Satánica o La Bruja Completa, aunque sí obtendrás el “misterioso” y divertido alimento para el ego, y la implicación que acompaña invariablemente a un plan del curriculum que se preocupa más de la recolección de los ingredientes que de la aplicación de los principios.
Publicado originalmente con el nombre de “Del Sumo Sacerdote” en The Cloven Hoof, edición de septiembre, VI Anno Satanas (1972), volumen tres, número nueve.
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