El siguientes es un breve análisis realizado por un practicante de las tradiciones afrocaribeñas y miembro de la Iglesia de Satán. Si bien la aproximación es principalmente desde la visión del Satanismo LaVeyano, sirve como una presentación de un esquema dentro de los principios del Sendero de la Mano Izquierda. Benefíciate aprendiendo a ver más allá de la superficie y evitando tomar bandos. Consideramos importante el artículo ante la presente mezcla y desinformación sin sentido que se viene realizando por timadores debido a la cualidad exótica, a veces difícil de desenmarañar, que poseen ambos temas.
Es difícil decidir cuál ha sido más difamado, si el satanismo moderno o las tradiciones afro-caribeñas como el vudú o la santería. De acuerdo a Hollywood, las ceremonias vudú consisten en doctores brujos empapados de sangre que torturan animales para apaciguar a las fuerzas de la oscuridad. Y de acuerdo a las leyendas urbanas y la propaganda fundamentalista, los satanistas se infiltran en las guarderías en nombre de Lucifer. La realidad (como la realidad suele ser) es considerablemente distinta. Lejos de estar obsesionada con la muerte y la tortura, la espiritualidad afro-caribeña está fuertemente centrada en la vida y su afirmación. A los satanistas modernos, en un sentido similar, es más probable encontrarlos en estudios de grabación o galerías de arte, que en preescolares. Existen numerosas similitudes (y unas cuantas diferencias muy importantes) entre estas dos ideologías. Un estudio de las áreas donde convergen y divergen puede ayudarnos a comprender a ambas tradiciones, así como el miedo y los prejuicios de nuestra cultura.
DEFINICIONES
Hasta hace poco, el término “satanismo” no era más que una vara conveniente con qué golpear a cualquiera que resultara inconveniente para la jerarquía religiosa y política. Musulmanes, judíos, cristianos heréticos y otros desafortunados fueron acusados de adorar al “padre del mal” en aquelarres a la luz de la luna con retorcidas orgías, sacrificios de infantes y pactos en sangre. Estos reportes eran frecuentemente “verificados” en las cámaras de tortura, y embellecidos por la tradición popular y los clérigos sexualmente frustrados en forma de historias que garantizaban causar repulsión y odio. En la actualidad, se considera a los satanistas como parte de una oscura organización, similar a los Illuminati, con tentáculos en la pornografía infantil, tráfico de drogas, “películas snuff” y el gobierno mundial. Imagina a Los Protocolos de los Sabios de Sion como una película de Hammer y tendrás una idea.
El satanismo moderno, como es descrito en La Biblia Satánica de Anton LaVey, y tal como es practicado por los miembros de la Iglesia de Satán, es un asunto mucho más tranquilo. LaVey no imaginó a Satán como un ser antropomórfico real, completo con cuernos, cola y un tridente, sino como un símbolo de la naturaleza animal del hombre y de la indulgencia en los placeres de la carne. Aquellos miembros de la Iglesia de Satán que realizan rituales, comúnmente no lo hacen para “conjurar poderes del Infierno”, sino como un psicodrama y liberación emocional. Un “misa negra”, por ejemplo, no se convierte en una herramienta para evocar a Satán en forma visible, sino como representación de la ruptura de las cadenas de la educación cristiana. Muchos satanistas evitan los rituales por completo, rechazan no sólo el cristianismo, sino el misticismo en general, y son con frecuencia materialistas dogmáticos y escépticos.
El sacrificio, ya sea animal o humano, no es parte del ritual satánico moderno. La idea de sacrificar cualquier cosa a CUALQUIER dios, ya sea que uno lo llame YHVH o Satán, es visto para los satanistas modernos como algo repelente y degradante. Un satanista antes escupiría a los ojos de una deidad, que decir “por favor, Sr. Deidad, ¿me haría un favor si mato a este gato en su nombre?”. En vez de sacrificar un animal, es más probable que un satanista moderno intente aprender de él. Los satanistas consideran al hombre como “otro animal más”, y se esfuerzan por ponerse en contacto con su propia bestia interior.
(Estoy consciente de que hay satanistas auto-proclamados, quienes no están influenciados o no comprendieron el trabajo de LaVey, y que pueden cometer actos violentos o criminales en nombre de Satán. Richard “el Merodeador Nocturno” Ramírez, se me viene a la mente de inmediato. El estereotípico adolescente metalero que inhala pegamento y asesina mascotas sería otro ejemplo. Con propósitos de este debate, no incluyo a este subconjunto. Este artículo trata sobre movimientos religiosos modernos, no sobre psicología anormal, y estas personas son para el satanismo moderno lo que Jim Jones representa para el cristianismo moderno).
Las tradiciones afro-caribeñas son una síntesis de varios elementos. En su corazón están las prácticas religiosas y las deidades de África Occidental, principalmente de las regiones de Fon y Dahomey. Éstas están combinadas con imágenes y leyendas del catolicismo romano; la santería por ejemplo, identifica a Santa Bárbara con Changó, el dios del trueno, y a San Lázaro con Babalú Ayé, el orishá de la sanación y la medicina. Los altares a los orishás (santería) o lwas (vudú), generalmente cuentan con estatuas de estos santos o figuras religiosas, junto con varios elementos relacionados a la deidad en cuestión. Uno puede, por ejemplo, encontrar una estatua de la Virgen en un altar a Erzulie, lwa del amor y la belleza. A su alrededor puede haber pasteles, una botella de perfume, rosas y joyería. Hay varias deidades e ideas de culturas precolombinas agregadas a la mezcla. En la santería, la figura de Maximón (sincretizada con San Simón Judas) es una representación moderna de una deidad de la fertilidad llamada Macha. Muchos de los lwas petro, entidades conocidas por su furia y acción rápida, vienen originalmente de las culturas arawak y caríbal. Y los ghedes, espíritus vudú de la muerte, se distinguen por sus bromas obscenas, tal como los espíritus de los muertos en las culturas precolombinas de La Española. Finalmente, las tradiciones occidentales mágicas, ceremoniales y herméticas como la francmasonería y el espiritualismo, han sido incluidas en la mezcla, convirtiéndose en un auténtico gumbo religioso.
Si bien, existen muchas diferencias entre las diversas tradiciones, e incluso dentro de una en particular, también hay ciertas similitudes valiosas. Ante todo, está la práctica de la posesión de espíritus. En cada una de estas tradiciones los fieles a veces son “montados” por las distintas entidades que luego ofrecen sus bendiciones (o advertencias, maldiciones) a los participantes de la ceremonia. Estas posesiones son bastante impresionantes. Un houngan montado por Oggún Ferri, puede por ejemplo, yacer en la punta de una espada colocada en el suelo sin ser cortado o empalado, mientras que uno montado por Barón Samedi puede beber una mezcla de ron y pimientos picantes que dejaría a cualquier farsante sin aliento. El estado alterado que conduce a “montar” se logra a través del tambor y el baile. Para un observador casual, una ceremonia vudú o de santería podría parecer una celebración de carnaval.
Estas tradiciones también implican sacrificio. Quien desee obtener el favor de los lwas o los orishás, debe hacer las ofrendas apropiadas para el espíritu en particular. Un santero que guste apaciguar a Elegguá (el que abre el camino, llamado Legba en el vudú y Exú en el candomblé), tiene que ofrecerle ron, dulces y juguetes. Para ganar el favor de Oshun (orishá del amor), se le tiene que ofrecer miel y una estatua de la Virgen de la Caridad del Cobre. Estas ofrendas comúnmente implican el sacrificio de animales. Mientras algunos occidentales encuentran esto impactante, debe tomarse en su contexto apropiado. La mayor parte de los animales sacrificados son luego servidos como alimento para la congregación. Debemos también recordar que estas prácticas se originan en culturas donde se encuentran animales muertos con frecuencia. Nos hemos distanciado de nuestros mataderos y podemos comprar nuestra carne sin que nos recuerden que alguna vez fue un animal vivo. Este lujo no está disponible para la mayoría de los haitianos o cubanos rurales. Para ellos, matar una gallina no es “un sacrificio vil a las fuerzas de la oscuridad”, ¡es el primer paso para preparar una sopa! Ellos no tienen nuestro reflejo nauseabundo al ver una gallina decapitada o la garganta degollada de una cabra. Es algo que han visto repetidamente desde la infancia, y tiene de repulsivo lo que para nosotros una visita a la carnicería del supermercado local. (Aquellos que todavía los condenan, deberían también de notar que a estos animales se les mata de la forma más rápida y humana posible, y generalmente son tratados con mucho más cuidado y respeto que los de nuestras “granjas industriales” que se convierten en relleno y hamburguesas).
Finalmente, las tradiciones afro-caribeñas son iniciáticas. Mientras que cualquiera puede asistir a las ceremonias de santería o vudú, o hacer ofrendas a los lwas y a los orishás sin ningún entrenamiento en especial, quien deseé dirigir una ceremonia o presentarse a sí mismo como un babalao o un houngan, primero tiene que ser adiestrado en varias fases de la religión por alguien que ya lo ha hecho, y debe seguir varios principios y tabúes que conllevan a la ceremonia de iniciación. Estas ceremonias aún no se han entregado a la imprenta y sólo pueden ser realizadas por alguien que tenga el linaje adecuado, es decir, por alguien que haya sido entrenado correctamente. Algunos han teorizado que esta preocupación por la secrecía e iniciación es el resultado de la esclavitud y la persecución de las creencias africanas. Más de unos cuantos negros fueron ejecutados de maneras extremadamente desagradables por la práctica de “brujería”, y la secrecía pronto se volvió una necesidad para aquellos que deseaban servir a los ancestros y los poderes africanos. Otros apuntan que parte de las tantas sociedades secretas y rituales de “maduración” de la cultura africana. Sea cual sea la raíz del asunto, el resultado práctico es que uno sólo puede aprender tanto de vudú o de santería por su propia cuenta. Si bien, hay muchos libros excelentes sobre vudú (se recomienda Divine Horsemen de Maya Deren, en particular) y santería (cualquier cosa de Migene González-Wippler es buena), tarde o temprano un adepto interesado debe encontrar un maestro dispuesto a iniciarlo y entrenarlo.
DIFERENCIAS
Quizás la diferencia más importante sería que la mayoría de los satanistas modernos ven a Satán como un símbolo y no una entidad. En las tradiciones afro-caribeñas, los ancestros y deidades son vistos como seres reales, no como arquetipos, imágenes o símbolos. Son tan reales para sus seguidores, como lo es para uno el vecino o el verdulero de la calle. Atienden regularmente a ceremonias en su honor y se comunican con sus fieles de una manera muy difícil de entender para aquellos que nunca han visto o experimentado la posesión de un espíritu. Son inmanentes en todos los aspectos de la vida diaria; Legba observa en cada encrucijada y Oyá puede ser encontrada en cada cementerio. Muchos lectores occidentales se han de burlar de esto como un animismo simple e inculto, cuando en realidad existe un sistema complejo y profundo de metáforas bajo las creencias afro-caribeñas. Aquellos que duden de esto, deberían consultar las observaciones de Deren sobre las figuras de Legba y Marassa (gemelos) en Divine Horsemen.
Otra diferencia es que los santeros y los practicantes del vudú ven a Satán y sus secuaces no como espíritus orgullosos o rebeldes que puedan ser imitados, sino como fuerzas peligrosas de la oscuridad que deben ser expulsadas. Una buena parte del día de un houngan o un babalao, está dedicada a proteger al pueblo de los espíritus malignos y la magia negra. Las tradiciones afro-caribeñas tienen innumerables defensas contra los poderes del mal; limpieza de piso, velas contra hechizos, exorcismos, oraciones. La botánica promedio tiene más objetos destinados a romper maldiciones, que herramientas para conjurarlas. Es más probable que un santero promedio ofrezca severas advertencias contra la manipulación de espíritus malignos que conjurarlos por uno. Esto contrasta fuertemente con el satanismo moderno, que no haya la necesidad de velas sagradas, agua bendita o cualquier otra forma de “protección” contra el demonio y sus secuaces.
Finalmente, el satanismo moderno se considera a sí mismo esencialmente en oposición al orden social establecido, y a los deseos y necesidades de dicha sociedad. La mayoría de los satanistas modernos se perciben como “lobos solitarios” o una “élite extraña”, y hablan con desprecio de la “borregada” y la “mentalidad de rebaño”. Las tradiciones afro-caribeñas comenzaron una rebelión contra un sistema social injusto, y desde entonces se han convertido en el orden social establecido. El vudú es una fuerza omnipresente en la vida cotidiana de Haití. Las ceremonias en el peristilo, así como las tertulias sociales de las iglesias en las zonas rurales de América, sirven como puntos de reunión comunitaria y religiosa. Muchos hounganes y mambos destacados también se vuelven figuras políticas importantes dentro de la comunidad. Los Duvalier serían el ejemplo más notable de esto. Las tradiciones africanas e indígenas que se sintetizaron en el vudú, santería, candomblé y sus variantes fueron alguna vez religiones tribales. Como tales, estaban muy interesadas en la supervivencia y prosperidad del grupo y se esperaba que sus seguidores se unieran en una forma de “todos para uno y uno para todos”. Wade Davis en su excelente obra La Serpiente y el Arcoíris, discute cómo los “zombis” típicamente se crean a partir de aquellos que de alguna manera han violado la confianza de su comunidad o la han puesto en peligro. Esto puede parecer sofocante para algunos satanistas “lobos solitarios”, pero nuevamente, debemos considerar el entorno donde se desarrollaron estas fes. En Cuba y Haití, la hambruna es una amenaza real y constante; aquellos que rechazan y se apartan de su sociedad, están más propensos a morir de privaciones que un grupo que comparte recursos y responsabilidades.
SIMILITUDES
Técnicamente, Satán no forma parte del panteón vudú o de santería. En cuanto a la práctica, la mayoría de los seguidores de las fes afro-caribeñas son católicos y creen en la existencia y el poder de Satán. Hay a la venta en gran parte de las botánicas “banderas lwa” (pancartas elaboradamente pintadas y bordadas para las ceremonias vudú) dedicadas a “Le Roi Lucifer” y otras figuras satánicas, y velas del diablo que se encienden para dañar a los enemigos u obtener un amante al estilo de los rituales de lujuria y destrucción de LaVey. Candomblé, la tradición afro-brasileña, sincretiza a Exú con Satán. Sus altares y estatuillas suelen tener diablos rojos, con cuernos y cola, y un enorme falo. A su consorte, Pomba Gira, se le identifica con Lilith, o con la Puta Sagrada de Babilonia, y es la patrona de las prostitutas. Por supuesto, el “Viejo en la Encrucijada”, quien ha aparecido en tantas canciones blues y desempeña su papel en el folclore y el judú afro-americano, no es otro que Papa Legba, sonriendo ampliamente y ofreciendo sus poderes y conocimientos prohibidos a quienes sean lo suficientemente valientes o estén lo suficientemente locos como para firmar con sus almas.
Tanto el satanismo como las tradiciones afro-caribeñas, reinterpretan a las figuras cristianas para sus propios fines. El heroico rebelde prometeico imaginado por los satanistas modernos, guarda poca o ninguna semejanza al escurridizo “padre de las mentiras” que huye a gritos de una cruz o un par de gotas de agua bendita. Del mismo modo, pocos católicos reconocerían a Santa Bárbara tal como la conciben aquellos que colocaron su estatua en los altares dedicados a Changó. Esto atrae el desprecio de muchos “puristas de la magia”, quienes afirman que sus puntos de vista religiosos “no están influenciados por el cristianismo”, y se burlan del satanismo y de las tradiciones afro-caribeñas como “variantes del cristianismo”. En realidad, la ética y metafísica de la santería o el vudú (y el satanismo moderno), son muy diferentes a cualquier cosa encontrada en el cristianismo; santos, rosarios, cruces invertidas, mientras que los sistemas éticos de muchos de los estilos más justos de la Nueva Era y Wicca vienen directo del Nuevo Testamento.
Tanto las tradiciones afro-caribeñas, como el satanismo moderno, no tienen ningún interés en “la triple ley” o muchos de los otros “no harás” que comparten las religiones de “luz blanca”. Un santero o practicante de vudú no siente ningún remordimiento por usar magia para dañar o matar a sus oponentes. Por lo general asume que le harán lo mismo y actúan en consecuencia. Disputas legales en Haití proporcionan negocios no sólo para los abogados, sino también para los bokor, hechiceros itinerantes que se especializan en formas de magia particularmente potentes y letales. Una madrina cuyo esposo se ha extraviado, puede elegir entre una amplia variedad de hechizos de santería diseñados para separar a los amantes. Si estos fallan, ella también puede elegir entre otra variedad igualmente amplia de hechizos para matar a su rival. De igual modo, los hechizos de amor generalmente son mal vistos por las creencias de luz blanca por el hecho de un intento de “controlar la voluntad de alguien más”. Un santero o practicante de vudú se reiría de esta idea. Para ellos, una vela encendida a Erzulie Freda Dahomey u Oshun para hacer que la persona deseada se enamore apasionadamente, es una parte tan importante del arsenal de amor como una cena a la luz de las velas para dos. En las tradiciones afro-caribeñas, y en el satanismo, todo se vale en el amor y la guerra.
Hay una profunda desconfianza en el cuerpo y el mundo material para mucho del pensamiento mágico occidental. Esto combina lo peor de nuestra cultura cristiana (la idea de que el cuerpo, el mundo material, y el placer físico son inherentemente malignos) con una malentendida filosofía oriental à la Blavatsky, entre otros. Esta desconfianza no sólo existe en las tradiciones afro-caribeñas. Las leyendas de los lwas y los orishás están llenas de apuestas, bebidas, aventuras sexuales y toda clase de cosas divertidas que dejarían escandalizado a un clérigo piadoso. El éxito material y el bienestar no son considerados obstáculos en el camino hacia la iluminación, sino evidencia de que la persona ha sido favorecida por los dioses. Los lwas y los orishás regularmente intervienen en el “plano material” para sus adoradores. Un babalao o mambo cuyos hechizos no funcionan, se queda pronto sin congregación. (Imagine a un sacerdote perdiendo parroquianos porque no puede sanar a los enfermos, o un rabino desdeñado porque sus hechizos de amor no sirven). Mientras los satanistas generalmente se dan crédito por sus victorias, en lugar de a una entidad espiritual, la mayoría ciertamente tendría más interés en los dioses que recompensan a sus seguidores en este mundo, que en aquellos que presentan todo tipo de tabúes y restricciones, pero no dan nada a cambio más que un “consuelo espiritual” o “boletos para el más allá”.
CONCLUSIÓN
Las tradiciones afro-caribeñas no son satánicas en ningún sentido de la palabra, salvo quizás el sentido en que se equipara el término “satanismo” con “todo lo que a mi pastor no le gusta”. Sin embargo, hay muchos puntos donde la ética del satanismo moderno se cruza con la ética de las tradiciones afro-caribeñas. A los satanistas modernos les complace hablar sobre el “darwinismo social”. Las creencias afro-caribeñas crecieron en un entorno en el que está a la orden del día. En Haití y en Cuba, la estupidez no sólo es dañina, se puede volver fatal rápidamente. Como resultado, su código ético está teñido de un realismo duro. Los lwas y los orishás sirven a quienes los alimentan; ayudarían a un criminal a escapar de las garras de la ley tan rápido como sanarían a un niño enfermo. El practicante de vudú o el santero podrá servir a sus dioses, pero espera que le sirvan de vuelta. No siente remordimiento alguno por pedir milagros, ni se sorprende cuando los recibe. Él no pide paz mental, “iluminación” u otro tipo de ¡oh, ah! Pide en cambio, dinero, sexo, poder… Todas las cosas que el cristianismo considera malignas, y que el satanismo (y la mayoría de la gente sensata) considera deseables. Su creencia en entidades espirituales literales puede no ser buena para nuestra mentalidad escéptica occidental, pero está basada en evidencia empírica. Los practicantes de vudú y los santeros creen en sus deidades porque éstas producen resultados para ellos, no por sólo “fe”.
Éstas son creencias donde las brujas maldicen tan rápido como sanan. Son tradiciones donde las antiguas prácticas religiosas se han conservado (no “reinventado”) y se combinan con cualquier cosa que funcione en una extraña, hermosa y embriagadora mezcla. A diferencia de la basura lanosa que pasa por “pensamiento místico” en nuestra sociedad. El suyo es un misticismo práctico; busca y obtiene regularmente resultados en el mundo material. Un satanista que quisiera presenciar la verdadera magia popular en acción, sin esa basura hippie abraza-árboles y limpia-cuarzos que ha contaminado a tanta “brujería” moderna, haría bien en echar un vistazo a las tradiciones afro-caribeñas, o en pagar una visita a su botánica local.
Kenaz Filan
The Black Flame, Vol. 6, Num. 3 & 4
Traducción por Venus Perséfone