Un gran caudillo e invencible arquero, Arjuna, cabalgaba a la batalla, con ejércitos uno tras otro detrás de él, con espadas, lanzas, flechas y escudos listos para llevar al ejercito contrario, uno de igual número y armamento, a una muerte segura.
A medida que Arjuna se acercaba al momento de la matanza, fue visitado por un invitado que solo él podía ver, Krishna, la Súperalma, la encarnación de la Divinidad.
En los últimos segundos antes de que las flechas comenzaran a volar hacia los cuerpos de los enemigos, Krishna y Arjuna mantuvieron una conversación que debió haber durado horas, en la que a Arjuna le fueron entregados los secretos de la vida sagrada, de la iluminación absoluta y del poder y la sabiduría conocida principalmente por los Daevas. En su momento de Iluminación, la atención de Arjuna regresó al campo de batalla, al enemigo que iba a matar, y al hecho de que si él no lo hacía, sus tierras serían devoradas, sus mujeres violadas y sus hijos esclavizados, y preguntó entre lágrimas a su invitado divino, “¿cómo puedo matar a estos hombres, que se ahora que son mis hermanos?”
Los salvadores y profetas que llegaron en aquellos últimos siglos aconsejarían soltar las lanzas y flechas, regresar a casa para consolar a las mujeres violadas y entregar cortésmente a los niños esclavos a sus nuevos amos. Sin embargo, como lo diría la verdad salida de los labios del Divino Krishna, este no es el sendero a la iluminación. Arjuna no solo debía matar a aquellos en el campo de batalla para defender su tierra, sino que debería destruirlos por completo, y debía perseguirlos hasta sus propios hogares para destruir a sus mujeres y niños, para que ningún enemigo de aquella tierra se levante jamás contra su gente. Y él debía hacer esto sin ningún apego, sin pasión, ni iracundo y apesadumbrado, sino en el conocimiento de que la vida física no es la realidad definitiva, y que las almas que dejan aquellos cuerpos encontrarán otras, y que la verdadera vida continua sin importar el dolor causado en la presente encarnación. Lo único que quedaba, entonces, es seguir el Dharma de uno, la Ley del Wyrd personal o Destino, y la rueda de la Eternidad girará, a pesar de las pequeñas acciones de bondad o muerte, siendo el único cambio aquel que está dentro del observador. Y permanecer así al margen de las acciones que uno comete, cosechando solos los beneficios de las acciones, dejando al karma deambular por el campo de batalla e infectar a otros con aflicción.
Es el primer Dharma del Mago Negro buscar y poseer el poder – no solo el poder para provocar cambios en su entorno y vida, sino el poder para volcar la balanza del destino, para llevar a las constelaciones a una realineación, para anunciar el crepúsculo de los dioses, si es necesario, para el cumplimiento de su propio Destino. Este poder no viene por medio de rituales realizados en habitaciones convertidas en templos ni a través de hechizos hallados en grimorios que se venden en las librerías, sino a través de las acciones más inconcebibles del Adepto extento de limitaciones, que puede hacer cualquier cosa, espiritual y moralmente, cosechando solo la recompensa y dejando la miseria a aquellos quienes permanecen apegados.
Los antiguos escritos védicos enseñan que a través de diversas disciplinas espirituales, ciertos poderes pueden ser alcanzados – habilidades súperhumanas que rivalizan incluso a aquellas poseídas por los Devas. A medida que el hombre se hace más semejante a Dios, a medida que libera su propia Súperalma, él recibe con esta las armas y las herramientas de los Dioses, sosteniendo en su mano el cetro de tres puntas de poder, empuñando el potencial de la creación, sustento y destrucción completos de todas las cosas.
Algunos de los Siddhis tradicionales parecen, inicialmente, ser tontos e inútiles para el mago practicantes, además de extravagantes. Otros pueden parecer tentadores, aunque aún lejanos de alcanzar. Los Vidyas y vedas prometen al discípulo la habilidad de volar en el cielo con mayor facilidad que un ave, nadar bajo el agua sin preocupación por la necesidad del oxígeno, reducir el tamaño del cuerpo físico infinitamente, o también aumentarlo infinitamente. Teletransportación, viaje en el tiempo, levitación, y la transmutación de objetos solidos son también incluidos en la lista de los Siddhis. Ridículo… pero no del todo inaudito. Los Yogis han sido capaces de contener su respiración indefinidamente bajo el agua, algunas creencias y disciplinas espirituales entienden la realidad de la levitación a través del cambio de la presión del aire o el equilibrio del aura electromagnética de forma tan profundamente como para elevarse del sueño, y un buen número de alquimistas de renombre y reconocidos realizaron transmutaciones instantáneas de la materia. Estos son meros fenómenos, sin embargo, para el Adepto y para el estudiante serio de lo oculto. ¿Por qué levitar cuando puedes convocar dinero para un billete de avión con mucha menos dificultad? ¿Por qué transmutar el cobre en oro cuando la riqueza y la abundancia pueden ser logradas a través de medios mucho más simples?
Estos son Siddhis que existen, que ciertamente pueden ser alcanzados sin lugar a dudas por el discípulo, que son de poder puro. La habilidad de no solo separar temporalmente tu consciencia de tu cuerpo, sino de también hacer que este entre en el cuerpo de otro; conocimiento omnisciente independiente de la difusión temporal; dominio sobre el cuerpo y sus sentidos al grado de dejar de ser afectado por los elementos o por estímulos, a menos que así se desee; ver los eventos y sucesos desde cualquier distancia; subyugando a cualquier espíritu en absoluto – estos se encuentran entre algunos de los poderes más deseados del Mago Negro, y ciertamente pueden ser obtenidos, pero no a través de medios enseñados por ninguna fuente ordinaria.
Existe una raza de seres, no en este mundo o el siguiente, sino entre los pliegues de los mundos, quienes poseen todos los poderes Siddhis, y cuya tarea es dispensarlos a los dignos. Ellas son las Dakinis, palabra que es traducida como “las que viajan en el cielo”, o más precisamente, “Las que en el cielo danzan”. En la leyenda, ellas son criaturas aladas, tan ligeras y rápidas como las hadas, tan seductoras y sexualmente furiosas como las ninfas, tan tentadoras como las sirenas que condujeron a incontables barcos al peligro, y más poderosas que los Arcángeles. Desnudas en cuerpos juveniles, eclosionando con pechos y la más suave piel clara, sosteniendo en su mano derecha una copa de sangre menstrual capaz de ofrecer la vida eterna, y en la otra, una daga capaz de destruir la vida de un dios, ellas representan a un equilibrio inocente, un amor tan puro como para matar o volver inmortal, con un desapego absoluto por el resultado. Ellas son maliciosas, en el hecho de que no conocen la palabra, pero a su vez son sin maldad, pues ellas reconocen que la completa existencia es un mero juego, y que ellas poseen los secretos del dominio completo.
La unión sexual con dicha Dakini crea el Elixir de la Vida, el cual se derrama como una fuente de inmortalidad, concediendo al mortal el poder de los dioses.
Un noble y reconocido sacerdote tántrico, Tilopa, quien se había entrenado para su posición y casta desde el nacimiento, y había servido a su pueblo en aquel papel con inquebrantable honestidad y diligencia, se hallaba un día estudiando las escrituras bajo un árbol, perdido completamente en las palabras de los profetas que las habían escrito, cuando su estudio fue interrumpido por una mujer sumamente fea, quien le preguntó si es que él entendía aquello que estaba leyendo. Antes de que pudiera responder, la mujer escupió sobre las escrituras y pronunció una palabra en una lengua que él no conocía, y luego se desvaneció. Tilopa comenzó a preguntarse si tal vez no conocía el significado de las escrituras, y reconoció que ellas no la habían llevado más cerca ni de la iluminación ni del poder. En lugar de buscar en las escrituras, él comenzó a buscar a esta mujer. Tiilopa fue visitado nuevamente por ella, una mensajera de las Dakinis, quien le contó que si él deseaba encontrar sabiduría y poder, debía “ir al bosque del Árbol Bodhi. Allí, las inmaculadas Dakinis poseen las enseñanzas susurradas a los oídos”.
El viaje a través del bosque de árboles bodhi fue uno peligroso, en el que las Dakinis que allí moraban eran tan irresistibles como asesinas, y todos los que habían tomado dicho viaje habían caído en hojas de camas con las Dakinis desnudas y habían desaparecido de esta encarnación por completo. Para protegerlo, la mensajera de las Dakinis le dio a Tilopa un mantra que tenía que recitar interminablemente hasta haber llegado al centro del bosque, en la sala del trono de la Reina Dakini. El mantra llevaría a Tilopa a un estado de desapego completo, donde la lujuria y la indulgencia parecerían iguales al asesinato y el sacrificio, y nada le distraería de su destino para alcanzar a la Reina Dakini y tomar su poder y conocimiento de ella por cualquier medio necesario.
Una vez había ingresado al bosque bodhi, Tilopa sufrió un ataque de las Dakinis, algunas tentándolo con sedación sexual, otras con el miedo de su propio sufrimiento, e incluso otras con poderes menores con la esperanza de que se aparte de la realización de su Dharma. Manteniendo el mantra en su mente y en sus labios, permaneció firme en su viaje, alcanzando finalmente la guarida de la Reina Dakini, quien se sentaba sobre su trono, convencida de que su poder y su belleza solos la mantendrían a salvo. Recitando aún el Bija Mantra sagrado, Tilopa ascendió los pasos hacía su trono, quitó las joyas de su cuerpo, arrancó sus vestidos, y sentada desnuda y asustada, él la violó sobre su trono.
Tilopa obtuvo de ese modo una gran cantidad de poderes Siddhi, debido a su violencia abrumadora y la subyugación de Aquella Divina, así como de su habilidad para elevarse a sí mismo sobra la moralidad, sobre los conceptos de bueno y malo, y cumplir con su propio Dharma.
Por la noche, hombres y mujeres son visitados por entidades vampíricas, incubus y sucubus, que violan sexualmente a los mortales y roban las energías intensificadas que solo la actividad sexual puede generar. Lo que estamos tratando aquí es un exacto contraste: el Adepto seduce a una Dakini, la posee sexualmente, y le roba su poder. La alimentación en sifón se invierte; la escalera de Jacob comienza a viajar hacia atrás.
Existen medios de capturar a estas Dakinis, atraparlas en un cuerpo humano adecuado, y luego dominarlas y hacerles entregar al Mago Negro todos los poderes Siddhi que ellas poseen.
Una Dakini es capaz de tomar forma humana, a través de la posesión contra la voluntad natural del poseído, o través de la invocación del Yogini que se acerca a la iluminación en el Sendero Medio. Existe otra forma, sin embargo, el que la Dakini sea capturada en la forma humana.
A pesar de la idea errona de que dichas victimas deben ser vírgenes, sin haber conocido nunca las relaciones sexuales, en realidad es el ser interior el que debe ser virgen, sin estar expuesto al Misterio, no iniciado dentro de las profundidades de su realización. A menudo, el poseído en potencia, en su falta de cualquier profundidad de experiencia sexual, deseará ser poseído por completo mediante el acto de fantasía de la violación. A pesar de que la mayor parte de su participación activa en este ritual será la satisfacción de esta fantasía, aquel se convierte en la entrada a los túneles que conducen a los poderes más oscuros. Es aquel sujeto vivo el que es fácilmente poseído por una Dakini.
A pesar de que un sujeto dispuesto pueda ser encontrado sin dificultad, especialmente por alguien que sea experto en las artes mágicas(k) de someter las voluntades de los demás, el problema radica en la autenticidad de la posesión, en que alguien que se ofrezca voluntariamente para dicha posesión a menudo fabricará la aparente posesión, se deleitará en el aspecto sexual del ritual, y dejará al Adepto sin poder o mayor conocimiento del que había previamente poseído. Por lo tanto, se requiere que el Poseído no sepa nada de la Dakini o de la posesión en curso, o que se haya sometido al acto por completo.
En un lugar boscoso, en el desierto, o en cementerio, los cuales todos deben ser consagrados como un lugar del Bodhi, o iluminación, el Poseído deberá ser atraído a través de medios mágicos(k), y nunca ser traído por la fuerza. A través de los métodos de mesmerismo y sugestión, ella deberá ser colocada sobre el suelo y llevada al estado más profundo de receptividad, hacia las ondas cerebrales Theta, momento en el que la Dakini puede ser llamada.
Los chakras del poseído son activados a través de los mudras de poder de la mano derecha sobre cada uno de los chakras, y a través de los Bija Mantras de cada uno, siendo LAM, VAM, RAM, YAM, HAM, RAM, OM en orden ascendente desde el chakra Muladhara al chakra Sahasrara en la coronilla. Colocando la palma completa de la mano derecha sobre la coronilla de la cabeza y colocando la palma de la mano izquierda sobre al chakra Muladhara, cubriendo el ano y la vagina, cerrando así el circuito kundalini y atrapándolo dentro del cuerpo, repite el mantra, «Om mani padme hum”, invocando dentro de tu victima la esencia femenina absoluta, la cual es encarnada por completo por la Dakini. Esto puede también ser susurrado contra el ombligo o la garganta. El cuerpo comenzará a convulsionar a medida que la mujer se convierte en Dakini, y los ojos se abrirán por completo, reflejando el poder y el amor donde el terror residió una vez. Mirando a aquellos ojos, el Adepto deberá mantener su lengua contra el paladar de su boca y pronunciará el mantra continuo de LLL. Sus ojos se voltearán hacia su cabeza y él encontrará que ya no está más aquí, sino que se encuentra en los pliegues de la realidad, junto con la Dakini.
Despojándola de sus prendas y empujándose a sí mismo dentro de ella, el Elixir de la Vida es creado, y a través de sus brillantes ojos, los secretos de la inmortalidad les serán revelados. El orgasmo vendrá pero nunca se irá, y el resto de su vida dejará de ser una búsqueda por el poder, sino de la comprensión de que él la ha recibido.
La Dakini y la mujer que ella posee en esa situación, ya no es más la pareja pasiva y receptiva que una vez la posesión tomó. En efecto, ella se vuelve la agresora, una vez la esencia de Shakti fluye a través de ella, pues Shakti es el poder, mientras que Shiva es solo el receptáculo de ese poder. De acuerdo a la leyenda de Tilopa, en el momento en el que la Reina Dakini fue violada sexualmente, ella se vincula con Tilopa, inexorablemente, y la maldición más espantosa que ella podría ofrecer es la iluminación absoluta, empujando sobre él el conocimiento y el poder de la divinidad, forzando instantáneamente una transfiguración de su ser mortal hacía un Ser Eterno, matando así al individuo samsárico que cometió la violación.
Viajando hacía tras del árbol, no en el reverso o volteando, sino entre ellos, donde la esfera de Malkuth y Lilith se superponen, las Dakinis pueden ser encontradas, y pueden ser seducidas en la forma espiritual mientras duermen en sus astrales camas de redes. El Adepto puede arrastrase hacia sus madrigueras mientras ellas descansan sobre sus tronos y puede acostarse sobre ellas, aplastándolas para que no puedan moverse, forzando un falo plateado dentro de ellas, extrayendo de ellas todo su poder. El Adepto puede convertirse, de esa forma, en un incubo o súcubo. Los mismos peligros que Tilopa encaró, son los que el Adepto enfrentará en los pliegues del espacio, pues los ejércitos de las Dakinis lo tentarán para tomarlo en su lugar, para yacer con ellas, y nunca más regresar a su cuerpo de carne, sino copular para siempre en los tronos de orgasmo.
Estos son los métodos del Mago Negro, el ocultista que recorre el sendero de la Mano Izquierda. El Señor que camina el Sendero Medio, sin embargo, encarna en su lugar a Shiva, sin cazar y violar a las Dakinis, sino sentándose silenciosamente, pasivamente, hasta que Shakti se atraídas hacía él magnéticamente, y la copula con ella sea inevitable, en cuyo punto todas las Dakinis descienden y sirven a su Reina Shakti, y de ese modo a Shiva, otorgándole todos los poderes Siddhi. Las Dakinis, efímeras y físicas, harán lo mismo. Ha de ser reconocido por todos que cualquier acto sexual con una Dakinis es una violación, pues que esto es una penetración forzada dentro de los secretos de los dioses.
Las Dakinis en forma humana, descendidas momentáneamente o invocadas por las yoginis femeninas listas para encarnar dicho poder, pueden al ser juntadas experimentar la divinidad de esta manera, pues su unión sexual entre sí es una revelación y una eyaculación orgásmica de visión e iluminación.
Mientras el poder que las Dakinis poseen puede ser atraído y manifestado en este mundo a través de los ritos orgiásticos internos, el Adepto no puede entrar en estos, él no puede ser permitido dentro de los pliegues de la realidad, y por lo tanto, él deberá forzarse a sí mismo a entrar, él deberá penetrar en la tumba secreta de la Divinidad como una serpiente y un caudillo. A menos que él esté dispuesto a sentarse en meditación silenciosa, esperando pacientemente a que Skahti se despierte y se siente sobre él, deberá traspasar en la guarida de la Reina Dakini y tomar con fuerza el poder que busca, o permitirlo que ofusque por siempre su apretón.